Un cuento de Nacho Guirado ilustrado por Verónica G. Ardura
La niña pez comenzó a gestarse a partir de un documental en el que unos padres chinos contratan a un detective para encontrar a su hija secuestrada. A través de la búsqueda, en el documental desvelan una de las caras de la ley del único hijo con el que China trató de controlar el crecimiento demográfico. Ante la disyuntiva de la obligación de limitar el número de hijos a uno, muchos matrimonios optaron porque el hijo fuese varón, y un número innumerable de niñas chinas fue sacrificado durante el embarazo o inmediatamente después del parto. Una generación más tarde, la población china que entraba en la edad de buscar pareja y formar familia se encontró con un desequilibrio entre el número de hombres y mujeres, lo que dio pie a un mercado de mujeres. La niña del documental había sido secuestrada por una mafia que la vendió en una provincia a más de mil kilómetros de su hogar para que unos padres pudiesen casar a su hijo, pero no todas las niñas eran secuestradas; en muchas ocasiones, familias empobrecidas incapaces de juntar para la dote con la que tradicionalmente debe ir la mujer al matrimonio optaban por vender a su hija a estas mafias encargadas prácticamente de subastar a las niñas, vendiéndolas al mejor postor.
En La niña pez, nuestra protagonista no ha sido secuestrada, aunque sí seducida y engañada para que abandone el hogar en búsqueda de un futuro mejor. La narración, que intercala el tiempo real con escenas retrospectivas donde descubrimos el origen de la niña y por qué su realidad le parece más atractiva que lo que deja atrás, nos cuenta cómo las personas que han comprado a la niña en una subasta pública la preparan para ofrecerla a un hombre que pagará por acostarse con una chiquilla supuestamente virgen.
La lectura de La niña pez es una reflexión acerca de la reducción de la mujer a su condición sexual, donde la virginidad es un valor que cotiza alto en el mercado del sexo. También se muestra la invisibilidad de muchas mujeres en su entorno cuando son estigmatizadas: la niña, al ser utilizada por los hombres de la aldea, recibe el rechazo del resto del pueblo mientras que sus abusadores permanecen impunes. Es la mujer de nuevo la causante de que el hombre cometa este tipo de actos. Y la niña, como víctima de la violencia en el ámbito familiar, nos muestra con crudeza la barrera de silencio que se establece de la puerta de la casa hacia dentro, con los vecinos tratando de mantenerse al margen de esta violencia soterrada como si los hijos no dejasen de ser un bien que pertenece a los padres y por tanto es derecho de estos hacer con los menores lo que les parezca.
Pero también está el amor, que en el relato lo refleja la loca de Jie, su madre adoptiva, la que la rescata del río. Es la redención desde el amor de una mujer dispuesta a enfrentarse a todo con tal de corregir lo que la presión de la sociedad le había llevado a hacer. Y la lucha por sobrevivir de la niña, un ejemplo de supervivencia ante una realidad a todas luces desesperanzadora.
Creemos que La niña pez puede tener un papel en el trabajo pedagógico con estudiantes de bachiller donde a través de la narración se pueda entrar en el debate del reduccionismo al que se ven sometidas muchas mujeres en el esfuerzo por ser aceptadas en la sociedad. Basta asomarse a las adolescentes que en muchos países del primer mundo se someten a operaciones de estética antes de los dieciocho años para aumentar sus pechos o glúteos, el ejemplo de chicas que subastan su virginidad a través de internet, niñas lapidadas o estranguladas en Pakistán o Irán o Turquía para lavar el honor de la familia tras haber sido violadas, los matrimonios concertados entre niñas y hombres adultos en más de cincuenta países del mundo (Unicef estima unos 60 millones de niñas) Desde La niña pez, asomarnos a un mundo donde la mujer sigue recibiendo un trato discriminatorio que la lleva a ser en muchas ocasiones objeto de mercado económico.
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