La fotografía del tapiz de la página web es mi mejor carta de presentación. Una espalda, una camilla, útiles de escribir, un texto, un paisaje, mi uniforme de fisioterapeuta. Nada escogido al azar. El paisaje es el cuadro que cada mañana enfrento desde el estudio donde aún me afano por escribir; la camilla, mi herramienta de trabajo desde hace veinticinco años; las plumas y el tintero sí, son puro artificio -qué haría yo sin el teclado de un ordenador ahora que ni entiendo mi propia letra- idea de Pablo Nosti, buen amigo de café y estupendo fotógrafo, pero la espalda es la de Celia, mi hija mayor, la letra que adorna su espalda, la cuidada caligrafía de mi esposa María Luisa, y el texto, las primeras líneas del relato “La mano de arcilla”.
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